TANNENBERG ( VII PARTE )

VII

En el Oeste el avance alemán había concluido en repliegue

El ala derecha de las fuerzas alemanas en el Oeste fue demasiado débil y no se extendió suficientemente  lejos; la retirada del cuerpo de Guardia de la Reserva y el 11º cuerpo de ejército  se había hecho sentir con fatales resultados. Por supuesto, este ala habría debido ser vigorizada por cuerpos procedentes de Lorena Y Alsacia. Esto estaba previsto  en el plan  del general Von Schlieffen. De hecho, bastante al contrario de su plan, se permitió a las fuerzas alemanas de allí avanzar contra la línea Epinal-Luneville y ser completamente rechazadas.

Ese habría sido el destino del ejército entero si, en vez de avanzar a través de Bélgica, hubiésemos mantenido nuestro flanco derecho al sur de Longwy. Mientras nosotros estuviéramos desangrándonos hasta  la muerte ante las fortalezas de la línea Verdun-Belfort, nuestra ala derecha habría sido atacada desde Bélgica y batida  por los ejércitos
combinados belga, francés y británico. Al mismo tiempo habríamos perdido nuestra región industrial en el bajo Rhin. Nuestra derrota final habría estado asegurada. La orden de retirada desde el Marne fue lanzada; si estuvo bien sustentada, o no, yo nunca he estado seguro.

Era obvio que la guerra ahora continuaría por un largo periodo, y requeriría enormes sacrificios a la patria. La hora había venido cuando todo, literalmente todo, debería haber sido apostado a la guerra y la tarea de involucrar a nuestro pueblo habría  tenido que ser asumido a gran escala. Yo estaba atónito ante el optimismo predominante que percibí en Berlín a finales de octubre de 1914. Allí no parecían estar concienciados de la tremenda gravedad de nuestra situación.

Eso era una completa desgracia, en vista de la inferioridad numérica de la Alianza Dual, y el hecho de que Alemania estuviera rodeada de enemigos, a no ser que ganara la guerra a la que había sido forzada, mediante algún  arrolllador  y brillante golpe de mano y asi poner en jaque un enemigo superior en  número pero inferior en instrucción marcial. Tuvimos que encarar la perspectiva de que en el curso de la guerra el entrenamiento de los ejércitos se habría homologado hasta cierto punto, aunque era razonable esperar que el ejército alemán  mantendría durante un intervalo una cierta ventaja sobre los otros por virtud de sus grandes tradiciones.  Las graves pérdidas de oficiales podían ser un serio contratiempo. A toda costa, era esencial que hiciéramos todo lo que estaba en nuestra mano para mantener nuestra superioridad en entrenamiento, puesto que respecto a la superioridad numérica del enemigo no se podía hacer gran cosa.

En particular, tuvimos que enfrentar la perspectiva de que Inglaterra haría uso del paso del tiempo para incrementar sus armamentos y levantar un poderoso ejército en adición a su flota. Tenía hombres suficientes.

En vista de ello no podíamos ser negligentes en todo aquello que nos permitiera ganar la guerra. Alemania tenía que transformarse en un campo armado. Esa era la intención del mensaje de Año Nuevo  que envié a un periódico el 1 de enero de 1915.

En el otoño de 1914 y en el invierno de 1914-15 el Cuartel General había implementado de 18 a 20 nuevas divisiones. Formábamos nuevas divisiones al margen de las formaciones del Landwehr y el Landsturm. Empezamos por reducir el número de batallones de una división de 12 a 9, y creamos nuevas divisiones extra empleando los batallones que habíamos liberado, asignado a cada una su complemento de artillería y armas especiales. Hicimos una gran tarea, aunque en muchos aspectos no lo suficiente.

En esta época el VIII ejército podría fácilmente haber enviado algún cuerpo al frente Occidental. No se si la idea fue considerada por el Cuartel General, o si la situación del ejército austrohúngaro hacía la opción impracticable. Este, según supe después , estaba infortunadamente retirándose, completamente vencido, a través del río San, con terribles pérdidas. Una invasión rusa de Moravia y la Alta Silesia parecía posible. El ejército austrohúngaro tenía que ser respaldado si no queríamos verlo aniquilado. Un avance del VIII ejército a través del Narew, la opción que había sido planeada al principio de septiembre ahora carecía de sentido. La ayuda debía ser inmediata y no podía ser demasiado poderosa. No estábamos en disposición de  reforzar el frente Occidental.

En las instrucciones que recibí en Insterburg en la tarde del 14 de septiembre se indicaba que dos cuerpos del VIII ejército pasarían al ejército Meridional en la Alta Silesia. Esto parecía tan solo una medida defensiva; en cualquier caso, sería  bastante insuficiente para restaurar la situación en Galitzia. Nosotros  no debíamos meramente contener al enemigo; teníamos que actuar.

Consecuentemente, en una conversación por teléfono sugerí, tanto al Cuartel General como al general Von Moltke mismo, que todo el VIII ejército se transferiría a la Alta Silesia y Posen [ Poznan ] bajo el mando del general Von Hindenburg, quien debía ser puesto al mando. A pesar del peligro de que Rusia trajera fuerzas de refresco en otra tentativa para invadir la infortunada provincia de Prusia Oriental , solamente débiles contingentes quedarían para resguardarla. Yo ciertamente esperaba que dicha invasión fuera a largo plazo. Incluso durante el transcurso de las operaciones se habían hecho arreglos y extensiones de las defensas de Lötzen y los lagos. No solo insistimos en que una estratagema debía ser meditada, sino que el trabajo debía ser puesto en marcha de inmediato. La línea de Angerapp fue asimismo fortificada. Estas medidas fueron el efecto de la inquietante situación, y subsecuentemente probaron que estaban plenamente justificadas.

El general Von Moltke prometió que mi sugerencia  sería considerada, y me dio una breve indicación del súbito cambio en la situación del frente Occidental. Hasta ese momento habíamos oído solamente rumores de ella. Von Moltke estaba profundamente conmovido por el estado de los problemas en el Oeste.

Esa fue mi última conversación con este remarcable hombre. El era un entusiasta de las cuestiones militares, y podía manejar un plan de campaña con extraordinaria maestría. Pero le faltaba el vigor y sus inclinaciones eran más apacibles que aguerridas. Yo puedo rememorar muchas de mis entrevistas con él. Al principio de la guerra su salud había estado seriamente afectada por dos tratamientos en Carlsbad, que el sufrió en el intervalo de unos pocos meses.

En esos días el ministro de la guerra, el general Von Falkenhayn, empezó a dirigir las operaciones.

En la noche del 14 de septiembre dejé al general Von Hindenburg y a mis camaradas. No encontré fácil despedirme del comandante en jefe y el estado mayor tras dos victoriosas batallas. El general Von Hindenburg había siempre aprobado mis sugerencias, y calmadamente aceptó la responsabilidad de consentirlas. Un fino sentido de confianza había crecido entre nosotros , la confianza de hombres que piensan similarmente. El bloque del estado mayor mantuvo completa unanimidad de acción en todos los asuntos militares.

Dejé Insterburg la mañana del 15 de septiembre viajando en coche por Graudenz [ Grudziadz ] y Thorn hasta Breslau, mi destino. No sabía absolutamente nada acerca de mi nueva esfera de acción. Me parecía más limitada que la anterior, pero pronto encontré que tenía un gran e importante campo para mis actividades.





No hay comentarios:

Publicar un comentario