LIEJA ( II PARTE )

En abril de 1914 fui a Estrasburgo, donde la presencia del general Von Deimling aseguraba una activa vida militar para todo hombre bajo su mando. La posición como comandante de brigada era bastante diferente de lo que había sido el mando de un regimiento en Düseldorff. Perdí el contacto directo con las tropas y el cuerpo de oficiales, y estuve principalmente atareado con la organización. Antes del estallido de la guerra tuve el placer de desfilar con mi brigada para inspeccionarla en Bitsch.

Hay que añadir algo lo más sobre mi designación como intendente general en el Alto Estado Mayor. Yo  estaba ya desempeñando trabajos de Estado Mayor. En mayo tome parte en una gira de inspección que empezó en Friburgo de Brisgau y terminaba en Colonia. Su alteza imperial el Kronprinz  nos acompañaba. El se dedicaba con gran celo a su trabajo y mostraba gran comprensión de los asuntos militares, y se involucraba en operaciones a gran escala. En agosto yo tenía que dirigir una  “gira logística” en la que el plan estratégico sería examinado.

El ultimátum austro-húngaro a Servia a finales de julio fue un shock para mi, estando en Estrasburgo: nadie podía ignorar su seriedad. La cercanía de la guerra era una certeza. La diplomacia presentó al ejército alemán un objetivo extremadamente difícil. Con gran ansiedad seguí  entonces los acontecimientos en Berlín sintiendo que ( como todavía lo hago ) yo no era responsable por lo que ocurriría. La movilización general fue decretada el 1 de agosto. Mi esposa fue a Berlín inmediatamente, puesto que a las familias de todos los oficiales y funcionarios se les ordenó abandonar Estrasburgo. Durante todos los cuatro años de la guerra estuvimos dispuestos a dejar nuestro hogar, y únicamente pude realizar breves visitas a mi mujer. Mi familia tenía poco espacio durante esos breves permisos, puesto que todo el tiempo estaba absorto en mi tarea.

A primera hora del 2 de agosto viajé con mis caballos, vía Colonia, a Aquisgrán, a la que llegué la misma tarde. Bajo las ordenes de movilización fui nombrado intendente general del II ejército, el aquel entonces comandado por el general Von Bülow, con el general Von Lauenstein como jefe de su estado mayor.

Pronto me tuve que unir al general Von Emmich, a quien se le había encomendado la misión de capturar la fortaleza de Lieja por sorpresa; las tropas para este objetivo eran una mezcolanza rápidamente movilizada de brigadas de infantería que no habían alcanzado su pleno rendimiento. Con este movimiento  se pretendió abrir un camino a traves de Bélgica para el ejército. Yo instalé mi cuartel general de Aquisgrán en el Hotel Unión.

El 3 de agosto llegó el general Emmich. No  conocía previamente a este distinguido soldado, pero desde ese momento desarrollé un profundo sentimiento de estima por él, que mantuve hasta el día de su muerte. Su jefe de estado mayor era el coronel conde Von Lamsdorff, un brillante oficial, que ganó grandes distinciones en Lieja y otros lugares.

El 4 de agosto el avance sobre la frontera belga comenzó, mientras en Berlín el Reichstag, en una demostración sin precedentes , voto su apoyo al gobierno;  y los líderes de los partidos, tras los discursos leídos por el trono, proclamaron vociferantemente su incondicional lealtad al Káiser, tanto como pudieron. El mismo día tuve mi primera experiencia de combate en un encuentro cerca de Visé, próxima a la frontera holandesa. Fue evidente que Bélgica se había preparado largamente para nuestro avance. Las carreteras habían sido sistemáticamente destruidas  y bloqueadas mostrando que un gran plan de trabajo había sido elaborado. Ningún obstáculo de esta clase apareció en la frontera suroeste de Bélgica. ¿ Por qué Bélgica no había tomado similares precauciones contra Francia ?

La cuestión de si podíamos asegurar los puentes en Visé intactos era de especial importancia. Acudí a visitar a la caballería de Von der Marwitz, que estaba entonces de camino a la población, pero solo se podía avanzar lentamente, porque una barricada tras otra cerraba el camino. Por mi iniciativa, una compañía ciclista fue enviada a reconocer. Tras un  rato, un ciclista regresó con la nueva de que toda la compañía había penetrado en Visé y había sido aniquilada. Acudí con dos hombres a comprobarlo personalmente, y me alegré de encontrar a la compañía intacta con la excepción de su jefe, que había sido gravemente herido en un tiroteo entablado desde la ribera opuesta del Mosa. Este pequeño episodio fue particularmente instructivo, porque me hizo más escéptico ante cualquier bulo, o como fueron llamados más tarde “ rumores de etapa”.

Los hermosos puentes sobre el Mosa habían sido destruidos. Bélgica estaba preparada para la guerra. Yo estuve en Hervé esa misma tarde, mi primer cuartel general en suelo enemigo. Consumimos toda la noche en una posada enfrente de la estación. Toda la localidad estaba intacta, y nos fuimos a la cama con tranquilidad. Durante la noche fui despertado por unos disparos a discreción, alguno de los cuales fueron dirigidos contra nuestra casa. La guerra de los francotiradores en Bélgica había empezado. Irrumpió por todas partes al día siguiente, y fue este tipo de cosas las que impregnaron con intensa amargura los primeros años de la guerra en el frente occidental, en contraste con el sentimiento prevalente en el Este.

El gobierno belga arrojó una grave responsabilidad sobre si mismo. Había organizado sistemáticamente el armamento de los civiles. La Guardia Cívica que en los días de paz tenía sus propias armas y uniformes especiales, se mostraba ahora bajo una apariencia a veces y bajo una distinta otras. Los soldados belgas deben haber tenido ropajes civiles en sus mochilas al principio de la guerra. En las trincheras de Fuerte Bauchon, al noreste de Lieja, ví uniformes que habían sido abandonados por los soldados que habían luchado allí. Esta acción no estaba contemplada en los usos de la guerra; nuestras tropas no pueden ser criticadas si tomaron severas medidas para suprimirla. Es cierto que personas inocentes pueden haber sufrido, pero las “atrocidades belgas” no son más que evidentes, elaboradas y exageradas leyendas, y solo el gobierno belga puede ser el responsable. Por mi parte, había llegado al campo con humanas y caballerosas concepciones de la guerra. Esta táctica de los francotiradores estaba diseñada para desgastar a cualquier soldado: personalmente me causó amarga desilusión.


MAPA. LOS FORMIDABLES RECINTOS FORTIFICADOS DE LIEJA Y NAMUR, CUSTODIOS DEL RÍO MOSA. ESTE RÍO CONSTITUÍA LA PRINCIPAL LINEA DE DEFENSA BELGA.

Las brigadas avanzadas tenían un por cierto un objetivo difícil ante Lieja. Era verdaderamente atrevido penetrar el cinturón de fuertes conformando el corazón de una fortaleza moderna. Las tropas se sentían nerviosas; de las conversaciones con los oficiales deduje que su fe en el éxito de esta empresa era solamente tibio.

En la noche del 5 de agosto el avance a través de las fortificaciones de Lieja comenzó. La acción en todos sus detalles ya ha sido descrita por el Estado Mayor en un escrito publicado por Stalling  de Oldenburg. No es mi intención volver sobre el tema de nuevo, por lo que deseo exponer solamente mi experiencia personal únicamente.

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