LIEJA ( I PARTE )


Trabajos en el Estado Mayor en tiempo de paz. Al mando de un regimiento y una brigada. Adjunto del jefe de Estado Mayor, Segundo Ejército. La batalla de Lieja. La captura de los fuertes.

El recuerdo favorito de mi vida como soldado es el golpe de mano sobre las fortalezas. Fue un audaz lance en el que luché como cualquier soldado del escalafón y cada uno probó su valía en batalla.

Al comienzo de la guerra yo era comandante de una brigada en Estrasburgo. Durante  largo tiempo estuve destinado en el Estado Mayor, y más tarde, desde marzo de 1904 a enero de 1913, salvo un corto intervalo, en el departamento de operaciones, del que entonces yo era jefe. Allí  gané experiencia con nuestros preparativos para la guerra y la fuerza relativa de las fuerzas oponentes. Mi principal tarea eran los planes estratégicos, cuyas directivas emanaban del jefe de Estado Mayor mismo.

El plan de campaña que fue estrenado en agosto de 1914 fue concebido por el general conde Von Schlieffen, uno de los mayores soldados que jamás han existido. Fue planeado por él, en la eventualidad de que Francia no respetara la neutralidad belga o de una alianza belga con Francia. En este supuesto, el avance de las principales fuerzas alemanas a través de Bélgica siguió su curso natural. Cualquier plan de campaña habría sido lastrado por el peligro de Bélgica sobre el flanco derecho alemán, y habría excluido  un rápido y decisivo golpe  sobre Francia, que era esencial en orden a conjurar el gran peligro de una invasión rusa en el corazón de Alemania. En la situación militar asumida, como los constantes juegos de guerra habían demostrado, una ofensiva contra Rusia con operaciones defensivas simultaneas en el Oeste, implicaban, como consecuencia natural, una guerra larga, y fue, por tanto, rechazada por el conde Von Schlieffen.

Cuando no hubo duda de la actitud de Francia y Bélgica, el esquema del conde Schlieffen fue puesto en práctica. Cuanto debatió el general Von Moltke con el canciller imperial Von Bethmann sobre la cuestión de una marcha a través de Bélgica lo desconozco. En cualquier caso, ninguna negociación fue impulsada mediante mi departamento, puesto que no era asunto que nos concerniese. Si la cuestión había sido delegada al Estado Mayor es también asunto desconocido para mi. Estábamos todos convencidos de la viabilidad de este plan. Nadie creyó en la neutralidad de Bélgica.

En nuestra desfavorable posición político-militar, en el centro de Europa, rodeados por enemigos tuvimos que  lidiar con adversarios ampliamente superiores en número, y prepararnos en consecuencia, si no deseábamos ser aplastados. Era perfectamente conocido que Rusia presionaba en pro de la guerra y continuamente incrementaba su ejército. Estaba intentando desestabilizar a Austria-Hungría una y otra vez, convirtiéndose en dueña de los Balcanes.

En Francia el pensamiento de revancha había revivido con renovado vigor; el viejo Reichland [ Nota del Traductor: Alsacia-Lorena ] alemán iba a convertirse en francés de nuevo. Entre otros acontecimientos en Francia el restablecimiento del servicio obligatorio de 3 años no dejaba duda sobre las intenciones del país. Inglaterra contemplaba nuestro ascenso económico, nuestro trabajo barato, y nuestra dinámica industria con marcada inquietud. Más aun, Alemania era el mayor poder territorial en Europa, y al mismo tiempo, tenían una buena flota en curso de expansión. Esto hacía a Inglaterra temer por su hegemonía mundial. Los anglosajones sintieron su antigua supremacía amenazada. El gobierno inglés concentró su flota, que había tenido su base de operaciones hasta hacía poco en el Mediterráneo, en el mar del Norte y el canal de la Mancha. El amenazador discurso de Lloyd George el 21 de julio de 1911, arrojó una vívida  y súbita luz sobre las intenciones que hasta la fecha habían sido disimuladas con gran destreza.
 Se fue afianzando progresivamente que seriamos forzados a la guerra y que sería una lucha como el mundo nunca había visto.
 El hecho de que en los círculos no militares la fuerza probable del enemigo era subestimada constituyó un peligro real.
En la undécima hora, en el otoño de 1912, cuando no había duda de las intenciones del enemigo, y el ejército estaba trabajando con poderío y principalmente con verdadera devoción alemana al deber, yo diseñé un plan para un importante incremento de los efectivos, que contó tanto con la aprobación de sectores bien informados del público y de los partidos parlamentarios más previsores. Induje al general Von Moltke a dirigirse al canciller imperial con el plan, quien debe haber considerado la situación tremendamente seria, porque inmediatamente lo aceptó. Instruyó al ministro de la Guerra a preparar un decreto, sin, no obstante, llevar al mismo tiempo ninguna campaña política definida y sistemática para evaluar correctamente  la actitud de los distintos poderes.
Esta habría tenido que ser una conclusión necesaria. Considerando los propósitos para los cuales fue concebido, este ejército estimado en mil millones de marcos no era de un carácter agresivo. Meramente enfocado a ajustar la desproporción en la fuerza numérica,  tenía a la vista el absoluto refuerzo del servicio universal obligatorio, para el que había todavía miles de saludables hombres que no servían a su país. El presupuesto preveía para personal, pero más especialmente para el reforzamiento de fortalezas y para más material. Todo esto fue votado, pero lo que yo mas ardientemente había deseado, la adición de 3 cuerpos de ejército, no fue considerada; ni siquiera aparecieron en la estimación. El fallo de no procurar estos 3 cuerpos de ejército adicionales se lamentó muchísimo después.
Al comienzo de la guerra estos cuerpos adicionales fueron echados de menos y las nuevas formaciones que fueron añadidas en el otoño de 1914 acusaban los defectos de la improvisación.
Más tarde las nuevas formaciones se fueron haciendo más fuertes que al principio, pero los cuerpos existentes se fueron debilitando por las cesiones que tenían que afrontar.

En cualquier caso, antes de que fuera completamente aprobada fui transferido a Dusseldorf, como oficial comandante del 39 de fusileros; atribuí parcialmente el cambio a mi presión a favor de esos 3 cuerpos de ejército adicionales.

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El trabajo regimental esta pleno de vida y autoridad. Animosa, constante y cercana cooperación con y para los hombres que estaban confiados a mi cuidado, el entrenamiento de oficiales comisionados, oficiales no comisionados, y hombres, y la educación militar de la juventud a la madurez, me atrajeron particularmente tras un largo periodo de trabajo burocrático. Durante 13 años yo no había tenido nada que ver con la rutina de un regimiento. Ahora mi tarea principal era la inspección de reclutas. En los ochenta del último siglo estuve en siete ocasiones diferentes al cargo de reclutas, con el 57º regimiento de infantería en Wesel, y con la infantería de Marina en Wilhelmshaven y Kiel. Más tarde permanecí varias semanas en el 8º regimiento de granaderos en Frankfurt del Oder y desde 1898 a 1900 estuve a cargo de una compañía del 61º regimiento de infantería en Thorn [ NT: actual Torun polaca ], un tiempo que nunca olvidaré. Ahora que estaba en Dusseldorf, me dí por satisfecho de la experiencia ganada durante esos años.

Asumí completamente las grandes responsabilidades que recaían sobre mi como oficial comandante de el regimiento, puesto que veía aproximarse rápidamente el conflicto. En varias entrevistas con mis oficiales señalé los tiempos extremadamente serios que vivíamos. En el ejército no solo vi la garantía de la seguridad y futuro de Alemania, sino también una garantía de la paz interna. En 1913 ¡ gracias a Dios ! no había el menor signo de que el ejército tendría que ser utilizado en ese menester.

La disciplina, tanto la oficial como la privada, era en mi opinión la única base sobre la que el ejército podía ser efectivamente entrenado para la guerra. El entrenamiento podía solamente ser adquirido mediante un largo servicio. Solamente cuando la disciplina se convierte en la segunda naturaleza en un hombre esta listo para afrontar incluso las impresiones desmoralizantes  de el campo de batalla y los cambios sicológicos asociados a una larga campaña. Fue mediante esta disciplina y entrenamiento en el periodo de paz que pudimos paliar nuestra inferioridad numérica en la guerra venidera.

Mi objetivo era orientar a una tropa altamente disciplinada hacia hombres responsables plenos de iniciativa. La disciplina no busca suprimir el carácter, sino templarlo. El propósito de la disciplina es proporcionar uniformidad en cooperación para la consecución de un bien común, y esta uniformidad solo puede ser obtenida cuando cada uno deja al lado el pensamiento de su propio interés personal. Ese bien común es: la victoria. Las palabras fallan para describir las demandas que se exigen al soldado en batalla. Avanzar bajo el fuego es, sin duda, un acto heroico pero no quiere decir que sea el más difícil.

Cuanta resolución y preparación se requiere de un hombre para cargar con la responsabilidad, para liderar  o enviar a otros a una muerte segura. Esos son actos de naturaleza atroz que nadie puede imaginar salvo que él mismo haya tenido que perpetrarlos.
Además del cuidado de los hombres y la formación de los oficiales no comisionados, una educación que también estaba calculada para asistirles en sus futuras obligaciones, concedí la mayor importancia al incremento de la eficiencia del cuerpo de oficiales y el entrenamiento de los oficiales más jóvenes. Mientras el personal del cuerpo de oficiales regular es siempre el mismo, los oficiales de la reserva, los no comisionados y los hombres, cambian continuamente. Así que el cuerpo de oficiales es el motor principal de el ejército. Los oficiales deben, en cualquier caso, estar versados meticulosamente en los grandes actos del ejército y poseer un profundo conocimiento de la historia de su país, como se espera de todos los hombres que han de liderar a otros. Nada puede ser sacado de su contexto histórico sin serio prejuicio. Nadie olvidaría que en tiempos de peligro el guardián de la fortuna del estado se apoya sobre el oficial comisionado, apoyado por el oficial no comisionado. Esto explica la exclusividad del cuerpo de oficiales y su mayoritario distanciamiento de la vida política. Procuré que mis oficiales se familiarizaran con el armamento moderno, y descubrir en ellos el vigor que diera la autoconfianza esencial para desempeño de su difícil misión, pero sin caer en la arrogancia. Celosamente me dediqué al entrenamiento y educación de el regimiento, y tuve más tarde la satisfacción de comprobar su efectividad en la cara del enemigo. Fue un gran placer para mi cuando, en el curso de la guerra , fui primero incluido en el lema de mi regimiento, y más tarde designado su coronel. En el momento de mi renuncia fue bautizado  con mi nombre: estoy auténticamente orgulloso del regimiento de fusileros General Ludendorff.


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