TANENNBERG ( III PARTE )

Descubrimos de modo gradual que Rennenkampf estaba avanzando lentamente. Los dos cuerpos de ejércitos podrían por tanto ser paulatinamente desviados en su retirada a través de la línea Bartenstein-Gerdauen, en dirección sur hacia Bischofsburg-Neidenburg. Luego, el 17º cuerpo de ejército protegido por la 1ª división de caballería y el 1º cuerpo de la Reserva fue trasladado al sur vía Schippenbeil a Bisschofstein. Tan pronto rebasó al 1º cuerpo, el  día 26 avanzó desde Bisschofstein a Bischofsburg; el mismo 1º cuerpo de la Reserva se movió al sur de Schippenbeil, en dirección a Seeburg. Solo la 1ª división de caballería permaneció en contacto con Rennenkampf, inmediatamente al sur de Schippenbeil. De esta división, el mismo día 26, la 1ª brigada de caballería recibió la orden de avanzar vía Rössel hacia Sensburg. De este modo, el día 27 de agosto solo dos brigadas de caballería permanecían entre el lago Mauer y el río Pregel, enfrentadas a 24 fuertes divisiones de infantería y varias divisiones de caballería de Rennenkampf. La cadena defensiva de los lagos estaba abierta y en cualquier caso habría sido bastante fácil rodearla y completar el sitio de Koenigsberg.

Nuestra decisión de presentar batalla surgió de la lentitud del liderazgo ruso y fue condicionada por la necesidad de suplir la inferioridad numérica, aunque yo encontré inmensamente difícil dar ese paso en aquel momento. Los cuerpos buscaban el flanco del ejército del Narew, el cual avanzaba desde Neidenburg hacia Allenstein. Es ese desplazamiento los nuestros expusieron sus flancos respecto al ejército de Rennenkampf, que solo estaba a dos  o tres días de marcha. Cuando la batalla se trabó verdaderamente en serio el día 27 y, en contraste a guerras anteriores, no finalizó en un día, sino que continuó hasta el 30, el poder formidable de Rennenkampf permaneció como una amenazadora nube sobre el noreste. Le hubiera bastado aproximarse y habríamos sido batidos. Pero Rennenkampf movió tan lentamente su ejército sobre la línea Allenburg-Gerdauen-Neidenburg que nosotros tuvimos tiempo de obtener una brillante victoria. Pocos conocen la ansiedad con la que vigilábamos al ejército del Niemen durante estas jornadas.



A fin de permitir al 17º cuerpo de ejército y al 1º cuerpo de la Reserva emplear el conjunto de su capacidad, los otros grupos del VIII ejército naturalmente tenían que atacar. Y como era inevitable, no se libraron de ser dañados.

El reforzado 20º cuerpo de ejército había pasado difíciles y agotadoras jornadas. Hasta el día 23 habia permanecido orientado hacia el sur, en las alturas al noreste de Gilgenburg, mientras el enemigo se aproximaba desde Neidenburg, esto es, desde el sureste. La 3ª división de la Reserva estaba todavía reuniéndose. El 1º cuerpo de la Reserva había empezado solamente a descender de los trenes cerca de Deutsch-Eylau. El general Von Scholtz tuvo éxito golpeando a  fuerzas enemigas superiores, pero mientras defendía las alturas al este de Gilgenburg fue obligado a replegar su flanco izquierdo apresuradamente del oeste de Hohenstein, hasta colocarlo en Mühlen.

Aunque incómodo para las tropas, este movimiento tuvo sus favorables consecuencias, puesto que los rusos creyeron haber triunfado. No pensaron que habría más oposición alemana, y aún menos un ataque. Contemplaban abierto el territorio alemán al este del Vístula. El día 24 conseguimos contactar con el general Von Scholtz y citarnos con él en Tannenberg. El y su jefe de estado mayor, el coronel Hell, se distinguieron en el curso de la guerra y dejaron sus nombres en la historia. Von Scholtz nos dió una lúcida explicación de las grandes proezas de las tropas bajo su control desde el comienzo de la campaña y las grandes dificultades aparecidas en los últimos combates.. Era de la opinión de que el enemigo volvería a la carga contra ellos, pero que podrían aguantar.

En el camino de Marienburg a Tannenberg, nos fue entregado un mensaje de radio interceptado al enemigo. Daba una clara idea de la disposición de nuestros oponentes para los siguientes días.

El ejército del Narew estaba avanzando, su flanco izquierdo en escalón, su 16º cuerpo directamente vía Ortelsburg sobre Bischofsburg que fue rebasada el día 26, y su 13º cuerpo directamente desde Neidenburg  a través de Passenheim en camino a Allenstein. Los cuerpos 15º y 18º, con los cuales Von Scholtz había estado peleando durante estos  días, le seguían. El día 26 el escalón más meridional se encontraba en algún lugar cerca de Waplitz. Todavía más allá, a la izquierda y progresando hacia el oeste, el 1º cuerpo, cubierto por varias divisiones de caballería, estaba moviéndose a través de Mlava y Soldau, contra Lutenberg y Strasburg.

Era cuestión prioritaria  romper este movimiento enemigo con un ataque desde el oeste con el grupo meridional del VIII ejército. Era una gran tentación atacar simultáneamente  al sur  de Soldau, con la intención de envolver al 1º cuerpo ruso también.
La derrota del ejército del Narew en conjunción con el avance de nuestros  17º cuerpo de ejército y el 1º cuerpo de la Reserva podría haber sido absolutamente aniquiladora, pero las fuerzas a mi disposición eran insuficientes. Así que propuse al general Von Hindenburg que se lanzara un ataque en dirección a Usdau por el 1º cuerpo de ejército en la línea Deutsch-Eylau y Montowo y por el flanco derecho del reforzado 20º cuerpo de ejército desde Gilgenburg, para así arrojar al 1º cuerpo ruso al sur, más allá de Soldau. Entonces, nuestro 20º cuerpo irrumpiría en dirección a Neidenburg en conjunción con el 1º y el 17º cuerpo de ejército y el 1º de la Reserva a fin de rodear al menos al grueso del ejército del Narew. Teníamos que confiar en este plan si deseábamos triunfar.

El ataque del 1º y 20º cuerpos de ejército fue pospuesto hasta el día 27, aunque me habría satisfacido verlo empezar más pronto; pero el 1º cuerpo aún no estaba preparado, las condiciones de los ferrocarriles en Prusia Oriental distaban de ser óptimas. El general Von Francois, comandante del 1º cuerpo de ejército, acertadamente insistió en concentrar la totalidad de su unidad antes de atacar.

Pero los problemas no eran tan simples como aparecen en esta descripción. Todas las tropas estaban demasiado cansadas, y su vitalidad se había reducido por la lucha ininterrumpida. Topábamos con muchas dificultades en la transmisión de órdenes al 1º cuerpo de la Reserva y al 17º cuerpo de ejército. Las patrullas de caballería enemiga hacían que la zona fuera insegura. Era un interrogante si el enemigo nos dejaría tiempo para ejecutar nuestros planes.

Pero las mayores dificultades provenían de los refugiados, en número de miles, algunos a pie y otros en vehículos, que bloqueaban los caminos detrás de la fuerza de Von Scholtz. Ello retrasó a las tropas, y una súbita retirada de parte de esta fuerza habría tenido las más terribles consecuencias, tanto para los refugiados como para los soldados. Pero no podía ser evitada, puesto que la escasa policía no era suficiente para tomar a su cargo a la masa. Tuvimos que atenderlos. La memoria de las muchas tristes escenas que entonces contemplé todavía me persigue.

III

Del 24 al 25 de agosto nuestro cuartel general estuvo en Rosenberg, y el 26 en Löbau. Aprovechamos estos dos últimos días para conseguir contacto con mandos y hombres en varias zonas. Al anochecer el día 26 de agosto las posiciones de ambos bandos eran como siguen:

El general Von Mühlmann, que tenía al 1º cuerpo de ejército bajo sus órdenes, con porciones de las guarniciones de las fortalezas del Vístula, estaba en Lautenberg y Strasburg en contacto con la caballería enemiga. El 1º cuerpo de ejército había sido concentrado al sur de Montowo y había peleado en su camino a Usdau, que era fuertemente mantenida por el 1º cuerpo ruso. El general Von Francois estaba listo para continuar su avance el día 27. Al flanco derecho del 20º cuerpo de ejército se le había asignado elobjetivo de atacar Usdau desde el norte, y reunirse con el 1º cuerpo de ejército en su último avance sobre Neidenburg. La 41º división estaba en marcha sobre Waplitz desde Gross Gardienen, mientras a su izquierda una brigada del Landwehr, la 3ª división de la Reserva y la 27º división de infantería partieron simultáneamente a atacar Waplitz y Hohenstein sobre una línea que corría al norte desde Mühlen. El enemigo había empujado hacia delante en todo el frente y ocupado Allenstein.

La división Landwehr de Von der Goltz, que había sido puesta a nuestra disposición por el Cuartel General estaba acercándose  a Osterode y Bissellen. Esta división provenía de Schleswing-Holstein donde había estado empleada en la custodia del canal    [ N.T: canal de Kiel ] y la costa. Fue a Hohenstein desde el noroeste.

El 1º cuerpo de la Reserva se reunió en la vecindad de Seeburg el día 26. El 17º cuerpo de ejército había combatido con una división del 6º cuerpo de ejército ruso entre Lautern y Gr. Bössau, al norte de Bischofsburg, y la había empujado de vuelta a Bischofsburg. La 6º brigada Landwehr que había avanzado entre el día 24 y el 25 desde Lötzen al noroeste de Bischofsburg, tuvo una destacada actuación en ese trance.

El ataque a Usdau empezó a las cuatro de la mañana del día 27.


TANNENBERG ( II PARTE )


Este esquema había sido frecuentemente practicado por Schlieffen en las maniobras estratégicas. Si la evaluación era correcta la decisión del VIII ejército de reservarse para futuras operaciones era adecuada. Pero no es lo mismo asumirlo ante las realidades de la guerra, teniendo en cuenta  la inmensa responsabilidad de exponer parte del propio país  a la invasión. La suma de sufrimientos inflingidos sobre los países que conformaron el reciente escenario de las operaciones, incluso en las más humanas condiciones de lucha, ha caído sobre la humanidad a causa de esta guerra mundial.

Tal como los acontecimientos se desarrollaban, retirarse tras el Vístula habría sido una ruina. No habríamos podido mantener  la línea del Vístula ante las fuerzas numéricamente superiores de los rusos, y ciertamente habría sido imposible  para nosotros apoyar al ejército austriaco en septiembre. Su colapso habría entonces seguido su curso natural. La situación, tal como la encontré, era indudablemente  muy seria, pero después de todo, el problema no era insoluble.

A mi requerimiento las órdenes fueron inmediatamente enviadas al frente Este fijando la retirada de el grueso del VIII ejército el 23 de agosto. El 1º cuerpo de la Reserva, el 17º cuerpo de ejército y lo principal de la guarnición de Koenigsberg hicieron una pausa. El 1º cuerpo de ejército no estaba detenido en Gosslershausen sino  cerca de la posición del general Von Scholtz, en algún lugar el este de Deutsch-Eylau. Algunas tropas disponibles de las guarniciones de Thorn, Kulm, Graudenz, y Marienburg estaban en marcha hacia Strasburg [N.T: pequeña localidad del suroeste de Prusia Oriental, no confundir con Estrasburgo] y Lautenberg. Estas guarniciones estaban compuestas solamente por formaciones del Landwehr y el Landsturm. En la parte suroccidental de Prusia Oriental fue creada una potente fuerza lista para emprender una ofensiva, mientras el grupo septentrional continuaría su repliegue en dirección suroeste o podría ser encaminada directamente al sur para asistir a la acción
 contra el ejército del Narew. Naturalmente una decisión  sobre el plan debía ser adoptada para hallar el punto crucial. Los rusos no podían ser repelidos sin un nuevo enfrentamiento. Ningún oficial de Estado Mayor  perdería la ocasión de transformar en una ventaja el hecho de que los dos ejércitos rusos estuvieran separados el uno del otro.

También informé a su Majestad Imperial. Su Majestad, que se mantenía tranquilo, habló seriamente de la situación oriental, y lamentó profundamente que la patria alemana sufriera una invasión a manos del enemigo. Él estaba penetrado por el sufrimiento de su pueblo. El Káiser me condecoró  con la medalla Pour le Mérite, la cual se me otorgó por mi labor en Lieja, y habló apreciativamente de mí. Por el resto de mi días este evento será de orgullosa, aunque triste, memoria.

A las nueve de la noche dejé Coblenza en un tren especial para el frente Oriental. Poco antes de mi salida supe que el general Von Hindenburg había aceptado el puesto de comandante en jefe, y subiría al tren en Hannover a las cuatro de la madrugada. El general aguardaba en Hannover y yo me presenté. Fue la primera vez que nos encontrábamos. Todas las otras versiones son ficticias. Le expliqué brevemente la situación y nos fuimos a dormir. Cerca de las dos de la tarde del 23 de agosto llegamos a Marienburg, donde el mando del ejército nos esperaba.
La situación había cambiado y la decisión de retirarse detrás del Vístula había sido abandonada. Se intentaba sostener la línea del río Passarge. El general Grünert, jefe de estado del VIII ejército, y el teniente coronel Hoffmann eran los responsables de este cambio de plan.
Nuestra recepción en Marienburg fue de todo menos alegre. Parecía como entrar en otro mundo encontrarse con esta atmósfera depresiva, después de haber experimentado el triunfo en Lieja y el fulminante avance en el frente Oeste. Pero las cosas pronto cambiaron y la atmósfera general mejoró. La actitud del Estado Mayor de nuevo se elevó.

II

El comandante Valdivia, el distinguido agregado militar español durante la guerra, me preguntó en su primera visita al cuartel general en Posen en octubre de 1914 si la batalla de Tannenberg había sido librada de acuerdo a una planificación largamente concebida y preparada. Yo solo pude responderle que no. Quedó muy sorprendido porque, como la mayoría de la gente, el lo había dado por descontado.

Un plan de campaña puede y debe ser planificado en un largo intervalo de tiempo. Las batallas en una guerra de posiciones demandan tratamiento similar, pero la rápida sucesión de sucesos en la guerra de movimientos traen igualmente cambios rápidos en los puntos de vista e impresiones del mando. Tiene que guiarse por sentimientos, intuición. Así la ciencia militar se convierte en un arte y el soldado en estratega.

Gradualmente, durante el intervalo del 25 al 26 de agosto, el plan de batalla  se perfiló en todos sus detalles. La gran pregunta era si sería realmente posible retirar el 1º cuerpo de la Reserva y el 17º cuerpo de ejército de sus posiciones frente a Rennenkampf, y así unificarlos con las otras unidades del VIII ejército para actuar contra el ejército del Narew. Dependía fundamentalmente del propio Rennenkampf, porque si sabía explotar su éxito en Gumbinnen y avanzaba rápidamente, mi proyecto sería impracticable. Entonces no habría alternativa sino retirar al 1º cuerpo de la Reserva y al 17º cuerpo de ejército en una dirección más suroccidental hacia Wormditt, mientras la otra parte del VIII ejército retenía al ejército del Narew con la esperanza, si la suerte acompañaba, de vencerlo de algún modo. La idea de una tenaz defensa de alguna línea al este del Vístula, si era necesario, también entraba en nuestros cálculos.

Descubrimos poco a poco que Rennenkapf estaba avanzando lentamente. Los dos cuerpos de ejércitos podrían por tanto ser paulatinamente desviados en su retirada a través de la línea Bartenstein-Gerdauen, en dirección sur hacia Bischofsburg-Neidenburg. Luego, el 17º cuerpo de ejército protegido por la 1ª división de caballería y el 1º cuerpo de la Reserva fue trasladado al sur vía Schippenbeil a Bisschofstein. Tan pronto rebasó al 1º cuerpo, el  día 26 avanzó desde Bisschofstein a Bischofsburg; el mismo 1º cuerpo de la Reserva se movió al sur de Schippenbeil, en dirección a Seeburg. Solo la 1ª división de caballería permaneció en contacto con Rennenkampf, inmediatamente al sur de Schippenbeil. De esta división, el mismo día 26, la 1ª brigada de caballería recibió la orden de avanzar vía Rössel hacia Sensburg. De este modo, el día 27 de agosto solo dos brigadas de caballería permanecían entre el lago Mauer y el río Pregel, enfrentadas a 24 fuertes divisiones de infantería y varias divisiones de caballería de Rennenkampf. La cadena defensiva de los lagos estaba abierta y en cualquier caso habría sido bastante fácil rodearla y completar el sitio de Koenigsberg.

TANNENBERG ( I PARTE )

Convocado al Frente Oriental. El plan de batalla. La batalla. La concentración contra Rennenkampf. La batalla de los lagos masurianos. El comportamiento del ejército ruso. El cambio de péndulo en Occidente.

Las cartas del general Von Moltke y el general Von Stein llamándome al Cuartel General en Coblenza me informaron de que había sido designado jefe de estado mayor del Octavo Ejército en Prusia Oriental; me fueron entregadas por el capitán Von Rochow a las nueve de la mañana del 22 de agosto, en el cuartel general del Segundo Ejército a medio camino entre Wavre y Namur. La carta del general Moltke decía:
Tiene ante usted un nuevo y difícil misión quizás incluso más difícil que la de la tormentosa Lieja (…) Sé que no hay ningún otro hombre  en quien  yo pueda confiar. Puede disponerse a salvar la situación en el Este. No debe enfadarse conmigo por sacarle de su anterior puesto,  ya que usted quizás sea la clave de una acción decisiva, que gracias a Dios será concluyente.
Este es otro sacrificio al que esta llamado por la patria. El Káiser, también, confía en usted. Naturalmente usted no será responsable de lo ya sucedido, pero con su energía usted puede prevenir que ocurra lo peor. Así que responda a esta cita, que es el mayor cumplido que puede ser otorgado a un soldado.
Yo sé que no traicionará la confianza depositada en usted.

El general Von Stein, que en ese tiempo era intendente general, y más tarde se convirtió en ministro de la guerra, concluyó su carta diciendo:
Debes ir allí, en cualquier caso, los intereses del estado lo hacen imperativo. Tu misión es  complicada, pero la cumplirás igualmente.”
Por el capitán Von Rochow supe que el general Von Hindenburg iba a ser comandante en jefe, pero lo que no se sabía era donde se hallaba o si aceptaría el puesto.

Yo estaba orgulloso de mi nuevo objetivo y de la confianza depositada en mí, como revelaban las dos cartas. Estaba entusiasmado con el pensamiento de servir a mi emperador, el ejército y la patria, y en una posición de gran responsabilidad en la coyuntura más crítica. El amor al país, a la lealtad a mi soberano, el aprecio a la verdad que el deber de cada uno es dedicar su vida a su familia y el Estado, estos eran principios inherentes que me acompañaron en el mundo cuando yo dejé el solar de mis padres. Mis padres no eran acaudalados; sus largas y dichosas tareas no les habían traído recompensas materiales. Nuestra felicidad y armoniosa vida familiar fue conducida en unas líneas simples y muy económicas. Tanto mi padre como mi madre lo dieron todo para proveer a sus seis hijos. Aprovecho esta oportunidad de agradecérselo ante todo el mundo.

Tuve que hacer un duro esfuerzo para cumplir mis obligaciones cuando fui un joven oficial, pero mi disfrute de la vida no sufrió en esa tesitura. Buena parte de mi tiempo se consumió en las sencillos apartamentos de los subalternos en Wesel, Wilhelmshaven y Kiel leyendo trabajos de historia, historia militar y geografía. Extendí y mejoré el conocimiento que había adquirido de niño. Aprendí a estar orgulloso de mi patria y sus grandes hombres, y ardientemente seguí la estela de el poderoso y apasionado genio de Bismarck. La tarea de nuestra casa reinante por la Alemania prusiana sobresalió del modo más nítido. La lealtad que yo había jurado se convirtió en un profundo sentimiento de devoción personal.

A medida que aprendí la historia paso a paso me fui convenciendo de que la seguridad del país esencialmente dependía del ejército y la marina, en vista del hecho de que Alemania había sido una y otra vez el campo de batalla de Europa. Al mismo tiempo, mi experiencia vital me hacía apreciar y asumir todo lo que la patria había hecho y estaba haciendo en tiempo de paz a favor de la causa de la cultura y la humanidad. Mi trabajo práctico para el ejército empezó en 1904 cuando  fui designado para el departamento de operaciones del Alto Estado Mayor [ N.T: OHL en acrónimo alemán]. La culminación de mi trabajo fue mi propuesta para el presupuesto de mil millones de marcos.

Durante mucho tiempo mi orden de movilización me había designado como director de operaciones militares del Cuartel General; pero naturalmente, esto cambió cuando tomé el mando del regimiento en Düsseldorf. Mi sucesor en en el Estado Mayor fue escogido para ese puesto. Yo valoré mi posición cono intendente general del II ejército ( al cual quedé adscrito en caso de movilización ) por Lieja, un puesto que de otro modo no hubiera sido particularmente atractivo.

Bajo el liderazgo del general Von Moltke tomé parte en muchas giras de inspección del Estado Mayor y así gané una penetrante comprensión del arte de la guerra a gran escala. Mi nueva posición me ofreció una oportunidad, aunque solamente en un comparativamente reducido campo de acción, de probar si yo entendía la aplicación de las enseñanzas del gran maestro del Estado Mayor, el general conde Von Schlieffen. A ningún soldado podía dársele mejor ocasión. Pero yo estaba profundamente apenado de que mi designación fuera el resultado de una grave coyuntura para mí país. Mis sentimientos patrióticos y convicciones personales me impulsaron a actuar.

En un cuarto de hora me puse en camino con un coche hacia Coblenza. Pasé a través de Wavre. Tan solo el día antes era una ciudad en paz. Ahora estaba en llamas. Aquí, también, el populacho había disparado sobre nuestros hombres. Esa fue mi despedida de Bélgica.

Llegué a Coblenza a las seis en punto de la tarde e inmediatamente informé al general Von Moltke, que estaba agotado. Aquí me enteré detalladamente de la situación en el Este.  El 20 de agosto el VIII ejército atacó al ejército ruso del Niemen [ N.T: 1º ejército ruso ] que dirigía Rennenkampf cerca de Gumbinnen. Esta ofensiva, a pesar del inicio prometedor, no resultó en ningún triunfo decisivo, y tuvo que ser interrumpida. Desde ese instante el ejército entre el lago Mauer y el río Pregel estuvo en completa retirada hasta la margen occidental del río Angerapp, y al norte del Pregel, hasta el río Deime, que era la primera línea de defensa de la fortaleza de Koenigsberg.


El 1º cuerpo de ejército fue traido por ferrocarril desde las estaciones occidentales de Insterburg a Gosslershausen y fue puesto a disposición del comandante del ejército, mientras la 3ª división de la Reserva  fue enviada desde Angerberg hacia el frente Allenstein-Hohenstein para reforzar al 20º cuerpo de ejército. La línea de los lagos desde Nikolaiken a Lötzen que estaba solo medio fortificada estaba en nuestras manos; solo débiles fuerzas del adversario se habían aproximado a la misma.

El general Von Scholtz, jefe del 20º cuerpo de ejército estaba a cargo de la frontera meridional de Prusia Oriental. En el curso de continuos choques con el ejército ruso del Narew [ N.T: 2º ejército ruso] dirigido por Samsonoff, se había concentrado alrededor y al este de Gilgenburg con sus propias divisiones, la 70º brigada del Landwehr ( que estaba todavía bajo su mando ) y parte de las guarniciones de Thorn y las otras fortalezas del Vístula. El enemigo lo estaba presionando duramente.

Cabía la posibilidad del avance de los dos ejércitos enemigos sobre ambos lados de la cadena de los lagos. El general Von Moltke me informó de que el VIII ejército estaba proponiendo evacuar todo el país al este del río Vístula. Solamente las fortalezas serían retenidas con sus guarniciones y defendidas. El VIII ejército no dudaba en adoptar este plan a la expectativa de una veloz decisión en el frente Oeste, tras lo cual Prusia Oriental podría ser reconquistada con refuerzos provenientes de allí y los invasores expulsados.




LIEJA ( III PARTE )


En la medianoche del 5 de agosto el general von Emmich dejó Hervé. Nos encaminamos a Micheraoux, cerca, a dos o tres kilómetros de Fuerte Fleron, donde la 14º brigada de infantería del general Von Wussow estaba acampada. Bajo la cobertura de la oscuridad las tropas, portando con ellas las inusuales pero imprescindibles cocinas de campaña, estaban apelotonándose de una manera poco marcial en el camino, de tal modo que podrían haber sido barridas fácilmente por los cañones del fuerte. Lo que sucedió es que abrieron fuego desde un edificio al sur de la carretera. Se entabló una batalla en toda regla, pero el fuerte mismo no abrió fuego, lo cual fue un milagro. Cerca de la una en punto el avance prosiguió. Nos dirigiamos por el  norte de Fuerte Fleron vía Retinne, a través de la línea de fuertes con la intención de llegar a las alturas de la Chartreuse, en las afueras de la ciudad. Llegamos allí temprano. Las otras brigadas que trataban de  irrumpir a través de el cinturón de fuertes estaban cerca de la ciudad a la misma hora.

El estado mayor de Von Emmich se encontraba al final de la columna. Súbitamente quedó en cabeza. Me abrí camino hacia el frente. No hubo razón aparente para la pausa, que se debió probablemente a un lamentable malentendido de la situación. Yo mismo era en realidad un mero espectador y no tenía autoridad para dar órdenes. Estaba allí solamente para informar de la operación en Lieja a mi comandante de ejército, que llegó más tarde, y también coordinar los planes del general Von Emmich con el esquema anticipado del general Von Bülow. Puse a la columna en marcha de nuevo y permanecí a su cabeza. Tuvimos considerables dificultades en encontrar nuestra ruta en la oscuridad, pero nos aproximamos a Retinne. Perdimos el contacto con los demás. Salí de la villa en vanguardia, y tomé el camino equivocado. Fuimos inmediatamente tiroteados, y los hombres caian a derecha e izquierda. Nunca olvidaré el sonido de las balas golpeando cuerpos humanos.

Lanzamos unos pocos ataques sobre el enemigo invisible pero el fuego se hizo más intenso. No era fácil orientarse en la oscuridad, pero no había duda de que habíamos girado equivocadamente. El asunto clave era salir del apuro, y era materia peliaguda, porque los hombres pensarían que yo estaba asustado. Pero no había que darle mas vueltas, cosas más importantes estaban en juego. Retrocedí  y mandé a los hombres la orden de seguirme a las afueras de la villa. De vuelta a Retinne, encontré el camino adecuado.  Aquí encontré al metódico general Von Wussow con su caballería. Él creía que Emmich había perecido. Con un puñado de hombres tomé el camino apropiado, una carretera que conducía a Queue du Bois. Súbitamente estalló el combate enfrente. Proyectiles de ametralladora barrían el camino, pero no nos alcanzaron. Un poco más adelante nos topamos con un montón de soldados alemanes muertos y heridos, que provenían de la partida avanzada del general Von Wussow. Debieron caer bajo el fuego de ametralladora desde el primer  instante. Reuní algunos hombres del 4º batallón de Cazadores y el 27º regimiento de infantería, que estaba llegando gradualmente, y decidí tomar el mando de la brigada. Lo primero que hice fue limpiar la carretera de ametralladoras enemigas. Los capitanes Von Harbou y Brinckmann del Estado Mayor, abriéndose paso con unos pocos hombres valerosos a través de granjas y setos a ambos lados del camino, se abalanzaron sobre las dotaciones de las ametralladoras. Estas se rindieron, y la ruta quedó despejada.

Proseguimos nuestro camino y pronto nos vimos envueltos en una lucha casa por casa en Queue du Bois. Gradualmente, la refriega se fue disipando. Me puse en cabeza con unos pocos hombres, acompañado por dos jefes, el comandante Von Marcard del 4º de fusileros, el comandante Von Greiff, del 2º destacamento del 4º regimiento, y su excelente ayudante, el teniente Neide. Un mortero de campaña fue dispuesto, mas tarde lo fue un segundo. Abrieron fuego a ambos lados sobre las casas y así despejaron las calles. Poco a poco avanzábamos. Los hombres eran reluctantes a seguir y yo frecuentemente los exhortaba a no abandonarme y no dejarme solo. Finalmente la villa quedó detrás nuestra. Los habitantes habían escapado y la cuestión ahora era luchar con el ejército regular belga. Tan pronto salimos del pueblo pudimos distinguir una columna marchando a lo largo del Mosa en dirección a Lieja. Yo esperaba que fuera la 27º brigada de infantería, pero resultaron ser belgas que, en vez de encararnos, se estaban retirando presas del pánico por el Mosa. Pasó mucho tiempo antes de que el cuadro se aclarase, y entretanto mis fuerzas fueron incrementadas por la llegada de los hombres que habían quedado rezagados. Habíamos  exitósamente irrumpido a través del cinturón de fuertes. El 165º regimiento de infantería, bajo su distinguido  jefe, coronel Von Owen, empujó en formación cerrada; el general Von Emmich llegó, y el avance sobre La Chartreuse se mantuvo. Von Emmich puso a mi disposición parte de la 11º brigada de infantería, que estaba algo más al sur, en la creencia de que  también habría penetrado. Nuestro avance  siguió sin incidentes.

Podíamos ver los trabajos en el lado norte de Lieja, puesto que escalabamos  desde el valle del Mosa hasta las alturas al este de La Chartreuse. Fue alrededor de las dos en punto cuando la brigada llegó allí. Los cañones fueron inmediatamente apuntados sobre la ciudad, y un disparo tras otro fueron lanzados, en parte como una señal para las otras brigadas, en parte para intimidar a la jefatura de la fortaleza y los habitantes. Pero yo había excedido la provisión de munición de la que íbamos escasos. Las tropas estaban exhaustas y muy debilitadas por la dura pugna; los oficiales habían perdido sus caballos y las cocinas de campaña habían sido abandonadas.  Puse a descansar a la brigada y la proveí todo lo bien que pude mandando suministros desde las casas vecinas. El general Emmich pronto se nos unió.


Desde las alturas de La Chartreuse teníamos una magnífica vista de la ciudad que se extendía a nuestros pies. La ciudadela en la otra orilla del Mosa sobresalía prominente. Súbitamente banderas blancas flotaron allá. Von Emmich quiso enviar un oficial con una bandera de tregua. Propuse esperar a un enviado enemigo, pero el general persistió  en su decisión, y el capitán Von Harbou entró en la ciudad. Volvió a las siete de la tarde e informó que la bandera blanca había sido izada contra los deseos del gobernador. Era entonces demasiado tarde para marchar sobre la ciudad.

 Teníamos una complicada noche por delante. Mientras tanto yo había indicado  a la brigada que tomara posiciones. Nuestra situación era muy seria. No recibíamos noticias desde las otras brigadas, ni siquiera de la 11º , y no llegaban mensajeros. Fue  cada vez más evidente que la brigada estaba aislada dentro del círculo de fuertes, cortada del exterior. Teníamos que contar con ataques hostiles. Los miles de prisioneros belgas que habíamos tomado aumentaban nuestras dificultades. Cuando nos enteramos que todas las defensas de La Chartreuse, justo a nuestros pies, estaban vacías, envié allí una compañía con los prisioneros. El comandante de la compañía debió dudar de que estuviera en mis cabales. Cuando cayó la oscuridad, el nerviosismo de las tropas aumentó. Fui de un lado para otro, exhortándoles a mantenerse firmes y preparados. El grito de guerra “¡ Estaremos en Lieja mañana!” restauró sus espíritus. El general Von Emmich y su estado mayor encontraron acomodo en una pequeña granja. Nunca olvidaré la noche del 6 de agosto. Como yo había dejado mi equipo atrás, el comandante Von Marcard me prestó su capote. Yo estaba muy ansioso y escuchaba febrilmente el sonido de la lucha. Todavía esperaba que al menos una brigada habría roto el cinturón de fuertes. Pero estaba todo en calma, aunque cada media hora o así un proyectil de mortero caía sobre la ciudad. El  suspense era insoportable.

A eso de las diez de la noche ordené al capitán Ott, con una compañía de cazadores a capturar los puentes sobre el Mosa. El capitán me miró y partió. La compañía alcanzó su objetivo sin pelear, pero no llegaron informes. Amaneció. Me reuní con Von Emmich y debatí la situación con él. Nos adherimos a nuestra decisión de entrar en la ciudad, pero el general no especificó en ese momento un horario. Las órdenes que me dio eran entrar en la ciudad  para seguirme inmediatamente después, mientras yo estaba haciendo todo lo posible para mejorar la posición de la brigada, e intentar discernir  el camino por el que la 11º brigada iba a avanzar. El coronel Von Owen estaba a cargo de la vanguardia; el resto de la brigada, con los prisioneros, seguía a cierta distancia, encabezada por el general Von Emmich con su estado mayor, y yo mismo con el estado mayor de la brigada. A medida que entrábamos, muchos soldados belgas que estaban por allí capitulaban. El coronel Von Owen debía a ocupar la ciudadela.A resultas de los informes que recibió, tomó la decisión de no hacerlo, sino de encaminarse a Fuerte Loncin, al noroeste de la ciudad, y tomar posiciones en esa salida de Lieja.

Pensando que el coronel Von Owen estaba en posesión de la ciudadela, fui allí con el adjunto de la brigada en un coche que yo conducía. Cuando llegué no se veía un solo soldado alemán y la ciudadela estaba todavía en manos del enemigo. Aporreé las puertas cerradas. Abrieron desde dentro. Los cientos de belgas que estaban allí se rindieron ante mi llamamiento. La brigada acudió y tomó posesión de la ciudadela, que inmediatamente pusimos en estado de alerta. Mi meta había sido alcanzada, y pude solicitarle al general Von Emmich que me relevase. Intente abandonar la fortaleza por el camino por el que había llegado puesto que deseaba informar al cuartel general del ejército de lo acaecido, averiguar el paradero de las otras brigadas y dar directrices para ubicar la artillería contra los fuertes. Mientras estaba todavía en la ciudadela, varios cientos de soldados alemanes apresados fueron liberados. Había sucedido que las unidades avanzadas de la 34º brigada de infantería habían penetrado en la margen derecha del Mosa. La acción se interrumpió, así que el victorioso destacamento había sido hecho prisionero. Esta brigada acudió ahora y acto seguido la 11º y la 27º, así que cuando dejé al general Von Emmich este disponía de una fuerza respetable. Por otra parte las noticias que nos llegaban señalaban a los franceses aproximándose desde Namur, siendo la situación todavía extremadamente seria. En realidad solo podía ser solventada cuando algunos de los fuertes orientales del anillo hubieran caído.


Mi separación del general Von Emmich me afectó profundamente. Partí a las siete en punto a Aquisgrán y tuve una jornada peculiar. Un miembro de la Guardia Cívica ofreció llevarme allí. Seleccionó un vehículo, pero yo lo rechazé. El coche que había usado antes se estropeó antes de que salieramos de la ciudadela, así que no tuve otra elección que confiar en el soldado belga. Por un rato fue bien. Pasamos por Hervé, donde descubrí que mi antiguo cuartel general había sido incendiado. Alcanzando la frontera alemana el conductor súbitamente paró y e dijo que él no podía ir más allá. Utilizando varios modos de persuasión alcancé Aquisgrán entrada la noche con mi soldado belga. En el hotel Unión fui recibido como un resucitado de la muerte. Mi ordenanza, Rudolph Peters, que me sirvió lealmente durante seis largos años, estaba todavía allí  con mi equipaje. Su mayor ambición era conseguir la cruz de hierro, pero esto habría sido contrario a mis necesidades, y claro, no le fue concedida.
Tuve una frugal cena en Aquisgrán, y entonces inicié durante la noche mi rastreo de las brigadas. No me había cambiado de ropa en 90 horas. Por casualidad me crucé con mi viejo regimiento, que había sido apresuradamente trasladado por tren para ayudar en Lieja. Me dí cuenta que el Cuartel General en Berlín había estado barruntando  temores fúnebres respecto a nuestra suerte.

La situación de las tropas era ciertamente crítica, y yo estaba muy preocupado por ellas, pero la tensión se relajaba puesto que el enemigo permanecía inactivo. La crónica de los siguientes sucesos en Lieja es terreno de la historia oficial. Yo puedo mencionar en cualquier caso, que asistí a la captura de Fuerte Pontisse en el sector norte, y llegué a a Fuerte Loncin justo cuando capitulaba. Había sido golpeado por un proyectil de unos de nuestros morteros de 420 mm. El polvorín había volado y toda la estructura colapsó. Una cantidad de aturdidos y tiznados soldados belgas emergió de las ruinas, acompañados por algunos soldados alemanes apresados en la noche del 5 de agosto. Ensangrentados los belgas vinieron a nosotros con sus manos en alto tartamudeando: “ ¡ No nos matéis, no nos matéis! “. No eramos "hunos", y  nuestros hombres trajeron agua para confortar a los enemigos. Gradualmente conseguimos tomar posesión de todas las estructuras fortificadas a tiempo de despejar el flanco derecho del ejército alemán para continuar su avance a través del Mosa hacia el interior de Bélgica sin estorbos.
Sentí un gran alivio en mi mente. Siempre he subrayado que fue un gran golpe de suerte que yo estuviera presente en la toma de Lieja, porque yo me había ocupado del plan de asalto en tiempo de paz, y había estado siempre concienciado de la trascendencia de la operación.

Su Majestad me invistió con la condecoración “Pour le merite” por mi liderazgo de la brigada. Naturalmente el general Von Emmich la recibió también, puesto que como general al mando, suya era la responsabilidad. Además la toma de Lieja no fue mérito de un solo hombre, sino el resultado de la cooperación de un conjunto, y la gloria de reducir la fortaleza debe ser dividida entre todos ellos.

Tomé parte en el subsiguiente avance por Bélgica en mi condición de intendente general, y tuve la oportunidad de obtener en todas las cuestiones que afectan al abastecimiento de un ejército, conocimiento que hizo subsecuentemente mi futura posición como jefe de Estado Mayor mucho más fácil. En mis jornadas a lo largo del país fui a Andenne, donde contemplé un espantoso e inquietante ejemplo de la devastación que sigue a las operaciones de francotiradores. Hacia el 21 de agosto estuve presente en el cruce del Sambre por la 2º división de Guardias, al oeste de Namur. Los preliminares de la gran colisión estaban siendo efectuados con perfecta calma. Fue maravilloso ver a los magníficos hombres del regimiento Augusta ir a la batalla.

En la mañana del 22 de agosto recibí mi llamada para acudir al frente del Este.













LIEJA ( II PARTE )

En abril de 1914 fui a Estrasburgo, donde la presencia del general Von Deimling aseguraba una activa vida militar para todo hombre bajo su mando. La posición como comandante de brigada era bastante diferente de lo que había sido el mando de un regimiento en Düseldorff. Perdí el contacto directo con las tropas y el cuerpo de oficiales, y estuve principalmente atareado con la organización. Antes del estallido de la guerra tuve el placer de desfilar con mi brigada para inspeccionarla en Bitsch.

Hay que añadir algo lo más sobre mi designación como intendente general en el Alto Estado Mayor. Yo  estaba ya desempeñando trabajos de Estado Mayor. En mayo tome parte en una gira de inspección que empezó en Friburgo de Brisgau y terminaba en Colonia. Su alteza imperial el Kronprinz  nos acompañaba. El se dedicaba con gran celo a su trabajo y mostraba gran comprensión de los asuntos militares, y se involucraba en operaciones a gran escala. En agosto yo tenía que dirigir una  “gira logística” en la que el plan estratégico sería examinado.

El ultimátum austro-húngaro a Servia a finales de julio fue un shock para mi, estando en Estrasburgo: nadie podía ignorar su seriedad. La cercanía de la guerra era una certeza. La diplomacia presentó al ejército alemán un objetivo extremadamente difícil. Con gran ansiedad seguí  entonces los acontecimientos en Berlín sintiendo que ( como todavía lo hago ) yo no era responsable por lo que ocurriría. La movilización general fue decretada el 1 de agosto. Mi esposa fue a Berlín inmediatamente, puesto que a las familias de todos los oficiales y funcionarios se les ordenó abandonar Estrasburgo. Durante todos los cuatro años de la guerra estuvimos dispuestos a dejar nuestro hogar, y únicamente pude realizar breves visitas a mi mujer. Mi familia tenía poco espacio durante esos breves permisos, puesto que todo el tiempo estaba absorto en mi tarea.

A primera hora del 2 de agosto viajé con mis caballos, vía Colonia, a Aquisgrán, a la que llegué la misma tarde. Bajo las ordenes de movilización fui nombrado intendente general del II ejército, el aquel entonces comandado por el general Von Bülow, con el general Von Lauenstein como jefe de su estado mayor.

Pronto me tuve que unir al general Von Emmich, a quien se le había encomendado la misión de capturar la fortaleza de Lieja por sorpresa; las tropas para este objetivo eran una mezcolanza rápidamente movilizada de brigadas de infantería que no habían alcanzado su pleno rendimiento. Con este movimiento  se pretendió abrir un camino a traves de Bélgica para el ejército. Yo instalé mi cuartel general de Aquisgrán en el Hotel Unión.

El 3 de agosto llegó el general Emmich. No  conocía previamente a este distinguido soldado, pero desde ese momento desarrollé un profundo sentimiento de estima por él, que mantuve hasta el día de su muerte. Su jefe de estado mayor era el coronel conde Von Lamsdorff, un brillante oficial, que ganó grandes distinciones en Lieja y otros lugares.

El 4 de agosto el avance sobre la frontera belga comenzó, mientras en Berlín el Reichstag, en una demostración sin precedentes , voto su apoyo al gobierno;  y los líderes de los partidos, tras los discursos leídos por el trono, proclamaron vociferantemente su incondicional lealtad al Káiser, tanto como pudieron. El mismo día tuve mi primera experiencia de combate en un encuentro cerca de Visé, próxima a la frontera holandesa. Fue evidente que Bélgica se había preparado largamente para nuestro avance. Las carreteras habían sido sistemáticamente destruidas  y bloqueadas mostrando que un gran plan de trabajo había sido elaborado. Ningún obstáculo de esta clase apareció en la frontera suroeste de Bélgica. ¿ Por qué Bélgica no había tomado similares precauciones contra Francia ?

La cuestión de si podíamos asegurar los puentes en Visé intactos era de especial importancia. Acudí a visitar a la caballería de Von der Marwitz, que estaba entonces de camino a la población, pero solo se podía avanzar lentamente, porque una barricada tras otra cerraba el camino. Por mi iniciativa, una compañía ciclista fue enviada a reconocer. Tras un  rato, un ciclista regresó con la nueva de que toda la compañía había penetrado en Visé y había sido aniquilada. Acudí con dos hombres a comprobarlo personalmente, y me alegré de encontrar a la compañía intacta con la excepción de su jefe, que había sido gravemente herido en un tiroteo entablado desde la ribera opuesta del Mosa. Este pequeño episodio fue particularmente instructivo, porque me hizo más escéptico ante cualquier bulo, o como fueron llamados más tarde “ rumores de etapa”.

Los hermosos puentes sobre el Mosa habían sido destruidos. Bélgica estaba preparada para la guerra. Yo estuve en Hervé esa misma tarde, mi primer cuartel general en suelo enemigo. Consumimos toda la noche en una posada enfrente de la estación. Toda la localidad estaba intacta, y nos fuimos a la cama con tranquilidad. Durante la noche fui despertado por unos disparos a discreción, alguno de los cuales fueron dirigidos contra nuestra casa. La guerra de los francotiradores en Bélgica había empezado. Irrumpió por todas partes al día siguiente, y fue este tipo de cosas las que impregnaron con intensa amargura los primeros años de la guerra en el frente occidental, en contraste con el sentimiento prevalente en el Este.

El gobierno belga arrojó una grave responsabilidad sobre si mismo. Había organizado sistemáticamente el armamento de los civiles. La Guardia Cívica que en los días de paz tenía sus propias armas y uniformes especiales, se mostraba ahora bajo una apariencia a veces y bajo una distinta otras. Los soldados belgas deben haber tenido ropajes civiles en sus mochilas al principio de la guerra. En las trincheras de Fuerte Bauchon, al noreste de Lieja, ví uniformes que habían sido abandonados por los soldados que habían luchado allí. Esta acción no estaba contemplada en los usos de la guerra; nuestras tropas no pueden ser criticadas si tomaron severas medidas para suprimirla. Es cierto que personas inocentes pueden haber sufrido, pero las “atrocidades belgas” no son más que evidentes, elaboradas y exageradas leyendas, y solo el gobierno belga puede ser el responsable. Por mi parte, había llegado al campo con humanas y caballerosas concepciones de la guerra. Esta táctica de los francotiradores estaba diseñada para desgastar a cualquier soldado: personalmente me causó amarga desilusión.


MAPA. LOS FORMIDABLES RECINTOS FORTIFICADOS DE LIEJA Y NAMUR, CUSTODIOS DEL RÍO MOSA. ESTE RÍO CONSTITUÍA LA PRINCIPAL LINEA DE DEFENSA BELGA.

Las brigadas avanzadas tenían un por cierto un objetivo difícil ante Lieja. Era verdaderamente atrevido penetrar el cinturón de fuertes conformando el corazón de una fortaleza moderna. Las tropas se sentían nerviosas; de las conversaciones con los oficiales deduje que su fe en el éxito de esta empresa era solamente tibio.

En la noche del 5 de agosto el avance a través de las fortificaciones de Lieja comenzó. La acción en todos sus detalles ya ha sido descrita por el Estado Mayor en un escrito publicado por Stalling  de Oldenburg. No es mi intención volver sobre el tema de nuevo, por lo que deseo exponer solamente mi experiencia personal únicamente.